No te puedo mentir otra vez. Es lo justo -dicen-.
Me miras como si me suplicaras que lo que te cuento es mentira, otra vez.
No, esta vez no. Esta vez te voy a hacer daño. "La verdad duele" -dicen-.
Mientras tu ira controla tu grito, el arrepentimiento baña mis ojos.
Desde lejos el otro nos mira. Ya no le mira a él con burla, ya no me mira a mí con deseo. Ya no habla, ni somos cómplices, ni me pide nada porque sabe que perdió el derecho desde que decidió desaparecer.
La vergüenza encoge mis cuerdas vocales y casi no puedo pedirte perdón. Pero no puedo dejar que me perdones.
Nunca, jamás, lo mereciste.
Y desde lejos, el otro nos mira y se esconde. Porque lo sabe. Y lo siente. Es la
culpa.
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miércoles, 3 de diciembre de 2014
domingo, 30 de noviembre de 2014
Despedida
¿Qué les puedo responder a tus ojos cuando con esa mirada siento me roban una parte de mí? Ya nos hemos dicho todo, ya hemos terminado el vino, ya hace tiempo que las sobras de la cena empezaron a estar frías.
¿Qué hacer cuando en el pecho muy dentro se siente que algo se desmorona?
-Te echaré de menos -me dices, mientras esperas que no caiga ninguna lágrima de mis ojos temblorosos. Arrugo los labios, pero voy a sonreír porque así es como quiero que me recuerdes.
"Te quiero, amigo mío", pensaba, pero eso ya lo sabías.
Hasta pronto, Andrea. Hasta siempre en mi corazón.
¿Qué hacer cuando en el pecho muy dentro se siente que algo se desmorona?
-Te echaré de menos -me dices, mientras esperas que no caiga ninguna lágrima de mis ojos temblorosos. Arrugo los labios, pero voy a sonreír porque así es como quiero que me recuerdes.
"Te quiero, amigo mío", pensaba, pero eso ya lo sabías.
Hasta pronto, Andrea. Hasta siempre en mi corazón.
sábado, 31 de agosto de 2013
A gusto
Ya no existen las cosas pequeñas. Ni las duras tomas de decisiones, ni los exámenes para los que restan unos pocos días, ni las discusiones en casa. No me agobian los planes sobre el futuro cercano, porque no existe. No voy a decidir la hora a la que programaré el despertador para madrugar mañana, porque el mañana no existe.
En silencio os miro y decido que mi reloj tampoco exista. En este momento nada existe, salvo el café, estos dos sofás, vuestra compañía y nuestras risas. Y somos grandes, y este momento es infinito.
En silencio os miro y decido que mi reloj tampoco exista. En este momento nada existe, salvo el café, estos dos sofás, vuestra compañía y nuestras risas. Y somos grandes, y este momento es infinito.
sábado, 15 de junio de 2013
Eres de verdad
Te miro a tus ojos y eres bonito.
Siento tus palabras, susurros directos al alma, y eres muy bonito.
Acaricias mi cara, mis manos, mis brazos y mis rizos con dulzura y eres grande, muy grande.
Me miras, me dices y me tocas con amor y eso, y tú, sois lo más hermoso que a mi corazón le han dicho.
Siento tus palabras, susurros directos al alma, y eres muy bonito.
Acaricias mi cara, mis manos, mis brazos y mis rizos con dulzura y eres grande, muy grande.
Me miras, me dices y me tocas con amor y eso, y tú, sois lo más hermoso que a mi corazón le han dicho.
viernes, 31 de mayo de 2013
Qué bonito que sonrías siempre
-¿Qué aprendes tú de mí? Tú me llevas hasta el universo hablándome de las estrellas, me haces viajar a todos esos lugares históricos sobre los que me cuentas leyendas, dibujas números en mi cabeza cada vez que me explicas una ecuación y alimentas mi curiosidad con la tuya, entrando en una simbiosis en la que yo no soy capaz de darte nada. ¿Qué puedo contarte yo, si a tu lado soy muy inculta?
Que qué aprendo yo de ella… Ella es la vida. Su forma de ser, de razonar, de hablar y de mirar ya son lecciones que me doy a mí mismo. Es natural y sincera, y es maravillosa. Cada vez que me cuenta lo poco que le importa lo que piensen los demás de ella, cada vez que no le importa que yo haga algo mal, cada vez que me hace una pregunta para que siga explicándole mil historias que algún día leí o que simplemente me mira y aprueba todo lo que hago para hacer que ella esté bien, me doy cuenta de que ha leído menos que yo pero sabe más que yo.
Me es muy fácil hablarle y decirle lo que pienso o siento. Porque siempre me mira con el alma. Y me sonríe.
Que qué aprendo yo de ella… Ella es la vida. Su forma de ser, de razonar, de hablar y de mirar ya son lecciones que me doy a mí mismo. Es natural y sincera, y es maravillosa. Cada vez que me cuenta lo poco que le importa lo que piensen los demás de ella, cada vez que no le importa que yo haga algo mal, cada vez que me hace una pregunta para que siga explicándole mil historias que algún día leí o que simplemente me mira y aprueba todo lo que hago para hacer que ella esté bien, me doy cuenta de que ha leído menos que yo pero sabe más que yo.
Me es muy fácil hablarle y decirle lo que pienso o siento. Porque siempre me mira con el alma. Y me sonríe.
jueves, 4 de abril de 2013
Intentos de escritora
Intenté plasmar mis sentimientos en una hoja de papel.
Pero no pude.
Quise descubrir mi mundo en unas líneas, abrir mi mente y enseñar mi ser.
Pero no pude.
Deseaba deslizar el bolígrafo y dibujar palabras que dijeran quién soy.
Pero no pude.
Anhelaba apuñalar las teclas escribiendo frases que contemplaran mi persona, que expusieran mis entrañas y reflejaran mis adentros,
mi corazón
mis pensamientos.
Pero no pude.
Y hoy tampoco puedo. Porque no sé.
Pero no pude.
Quise descubrir mi mundo en unas líneas, abrir mi mente y enseñar mi ser.
Pero no pude.
Deseaba deslizar el bolígrafo y dibujar palabras que dijeran quién soy.
Pero no pude.
Anhelaba apuñalar las teclas escribiendo frases que contemplaran mi persona, que expusieran mis entrañas y reflejaran mis adentros,
mi corazón
mis pensamientos.
Pero no pude.
Y hoy tampoco puedo. Porque no sé.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Bossa nova
-¿La oyes?
-¡Sí! Ya sí.
-Tiene un baile un poco peculiar... ¡Mi hermana pequeña me lo ha enseñado! -se entusiasmaron sonrientes sus ojos, tan azules.
-¿Puedo verlo? Aún no ha llegado nadie más: estamos solas -mi sonrisa era su cómplice.
-¡Claro!
Catalina bailaba, graciosa, y yo no podía sino sonreír, mirarla y pensar... Pensar por qué había tardado tanto en descubrirla, y en qué haría a partir de ahora si algún día me faltasen sus palabras.
-¡Sí! Ya sí.
-Tiene un baile un poco peculiar... ¡Mi hermana pequeña me lo ha enseñado! -se entusiasmaron sonrientes sus ojos, tan azules.
-¿Puedo verlo? Aún no ha llegado nadie más: estamos solas -mi sonrisa era su cómplice.
-¡Claro!
Catalina bailaba, graciosa, y yo no podía sino sonreír, mirarla y pensar... Pensar por qué había tardado tanto en descubrirla, y en qué haría a partir de ahora si algún día me faltasen sus palabras.
viernes, 11 de noviembre de 2011
Despierto a la mañana
El autobús despierta. Arranca y ronca su run-run. Tres ronquidos rompen el relajado estado de ensoñación que solo la mañana es capaz de regalarme.
Un colegial se despereza, mochila al dorso, compañero al lado, camino de la escuela que les verá, juntos, crecer.
Los párpados se caen de la señora que casi los abre, la que madruga, como este autobús y esta mañana.
El somnoliento caminar no es solo de ese hombre al que cedo mi asiento. Al levantarme, los cristales me enseñan el despertar de aquella joven de zapatillas verdes, de la anciana que luce temprano su madurada vejez digna, y de los trajeados señores, maletín en mano y zapato abrillantado. A todos nos trata por igual, esta mañana, que no se quiere despertar.
Mi reflejo me mira desde la ventana de este autobús que, aunque tímidamente iluminado por el sol que asoma, nocturno pareciera; pues cansado está, y aún casi duerme. Y bosteza. Y bostezo.
Un colegial se despereza, mochila al dorso, compañero al lado, camino de la escuela que les verá, juntos, crecer.
Los párpados se caen de la señora que casi los abre, la que madruga, como este autobús y esta mañana.
El somnoliento caminar no es solo de ese hombre al que cedo mi asiento. Al levantarme, los cristales me enseñan el despertar de aquella joven de zapatillas verdes, de la anciana que luce temprano su madurada vejez digna, y de los trajeados señores, maletín en mano y zapato abrillantado. A todos nos trata por igual, esta mañana, que no se quiere despertar.
Mi reflejo me mira desde la ventana de este autobús que, aunque tímidamente iluminado por el sol que asoma, nocturno pareciera; pues cansado está, y aún casi duerme. Y bosteza. Y bostezo.
viernes, 28 de octubre de 2011
domingo, 16 de octubre de 2011
Llora conmigo
-Pero... ¿Estás seguro de lo que ella siente?
-¿Cómo voy a estarlo? -La desesperación de sus pupilas llevó a Benito a esconder la cara entre las manos.
-Te lo voy a preguntar solo una vez: ¿tú la quieres?
La castaña mirada de Deuteria se había fijado en el rostro de su indeciso compañero. Él pareció sentirla, ya que enseguida alzó la barbilla.
-Mucho...
Benito ahogó su breve respuesta entre sollozos. No estaba seguro de que la que le aseguraba ser su novia lo quisiera, al menos, lo suficiente como para respetarle.
-Ven aquí.
Deuteria lo estrechó en su pecho con determinación, transmitiéndole el apoyo y el afecto que le debía. Benito la achuchó con fuerza y mojó su regazo de dolor. Mostró por vez primera sus lágrimas a su incondicional amiga, en cuyo abrazo encontró el calor que tanto añoraban sus músculos.
-No te merece, Benito...
Al cielo le dio tiempo a cambiar su tapiz desde los tonos rojizos que habían decorado la conversación hasta la oscuridad de una noche fresca antes de que Deuteria dejara a su amigo desprenderse de sus brazos. Benito la miró entonces de frente con una sonrisa tímida que consiguió trasladar a sus labios.
-Déjame invitarte a tomar algo.
-Te dejo.
Y juntos se desplazaron del banco que aquella tarde había presenciado cómo dos personas de sexo distinto, unidas por el amor, pueden ser solo amigos.
-¿Cómo voy a estarlo? -La desesperación de sus pupilas llevó a Benito a esconder la cara entre las manos.
-Te lo voy a preguntar solo una vez: ¿tú la quieres?
La castaña mirada de Deuteria se había fijado en el rostro de su indeciso compañero. Él pareció sentirla, ya que enseguida alzó la barbilla.
-Mucho...
Benito ahogó su breve respuesta entre sollozos. No estaba seguro de que la que le aseguraba ser su novia lo quisiera, al menos, lo suficiente como para respetarle.
-Ven aquí.
Deuteria lo estrechó en su pecho con determinación, transmitiéndole el apoyo y el afecto que le debía. Benito la achuchó con fuerza y mojó su regazo de dolor. Mostró por vez primera sus lágrimas a su incondicional amiga, en cuyo abrazo encontró el calor que tanto añoraban sus músculos.
-No te merece, Benito...
Al cielo le dio tiempo a cambiar su tapiz desde los tonos rojizos que habían decorado la conversación hasta la oscuridad de una noche fresca antes de que Deuteria dejara a su amigo desprenderse de sus brazos. Benito la miró entonces de frente con una sonrisa tímida que consiguió trasladar a sus labios.
-Déjame invitarte a tomar algo.
-Te dejo.
Y juntos se desplazaron del banco que aquella tarde había presenciado cómo dos personas de sexo distinto, unidas por el amor, pueden ser solo amigos.
viernes, 15 de julio de 2011
Mi gatita, eso eras
Como de costumbre, sentado en el sofá del salón yo estaba. La televisión, la miraba, con poca atención. Yo sabía que esos eran los momentos en que siempre llegabas. En efecto, ahí estabas. Tan hermosa como acostumbrabas, ante el televisor te posabas. ¿Mi atención solicitabas? Toda era tuya.
Tu baile comenzaste. Rozabas tus muslos con las patas de la mesa. Todo un prodigio de la seducción. Todo tu cuerpo era tan elegante, tan bellísimo. Y tus ojos, ¡qué bonitos!
-¡Guapa! Ven aquí, acércate. –no pude resistirme a llamarte. ¡Tentación! Eso eras.
Eso que oí salir de ti fue un gemido cómplice. Te aproximaste lentamente hacia mí con tu atracción felina. Y yo, como si la televisión ya no existiera, te miraba, absorto en tu bello cuerpo. De la nariz a las uñas, de los omoplatos al cóccix, todo era perfecto, como si las criaturas como tú hubieseis sido puestas sobre la Tierra por pura devoción a la belleza.
Al fin allanaste tu lugar preferido del sofá: sobre mi entrepierna. Ahí te colocaste, y yo no iba a poner ni una sola pega. Acaricié con cariño el pelo azabache que estaba sobre tu espalda. Tus gatunos ojazos azules se clavaron en los míos, y se entrecerraban cada vez que mis dedos se mezclaban con las raíces de los cabellos de tu cabeza.
Cogí entre mis manos tu rostro, y acerqué el mío. Besé poco a poco tu frente, una oreja tuya, tu chata nariz.
Me puse en el sofá más cómodamente, tumbado, como a ti te gustaba. Tus bracitos ascendieron por mi pecho y con suavidad te tumbaste a lo largo de mi cuerpo, lamiendo mi cuello. Subiendo hacia mis labios. Hasta que los lamiste también.
¡Y sabías que eso no me gustaba! Podías lamer todo lo que quisieras en mi cuerpo, siempre te lo había dicho, pero la boca humana es algo que no debe tener contacto con la de un animal.
Aparté tu cabecita de la mía, y te enfadaste. Pero estiraste tus patas sobre mí, y como una gata joven que eras, te dormiste enseguida.
¿Enamorado de mi mascota? ¿Y qué dueño no?
sábado, 30 de abril de 2011
Elegía a la juventud temprana
¡Ay, ay! Si tú supieras ver
mi belleza de mujer,
como veo yo en tu dentro
mi deseo maldito
que no se quiere conceder.
No te vayas,
vuelve.
No te vayas, ven.
Ven juventud mía,
acércate.
Hazme sentir viva,
y no muerta, como encuéntrome.
Duele.
Duele el destello de tu piel
al saberlo imposible
de en mis manos caer.
Ay fruto de la juventud,
¿por qué te olvidé recoger?
Tan solo recojo
de mi alma la pena
de no poderte tener.
¿Acaso has amado, tú,
alguna vez?
Sino a los dulces juegos
de infancia,
como niño que eres
y aún ni ves
mi belleza de mujer.
Ay desgraciada y triste,
por no poderte tener.
Por ser yo tan fija en amarte
y desear tu querer,
siendo tú tan niño
y siendo yo tan mujer.
Siendo tú tan dulce
y siendo arrugada mi tez.
Ay, ay de los placeres
que nunca pude tener.
En:
Belleza,
Ellos,
Experiencias,
Poesía
miércoles, 30 de marzo de 2011
Bella masculinidad
Y recuerdo, cuando aún estudiábamos en el mismo centro, en la misma clase, que era tu figura lo único a lo que miraba cuando salías a la pizarra. Oía con atención tus exposiciones sobre biología celular mientras se movían, adhiriéndose a mi mente, tus finos labios rosados. Recuerdo también que apenas giraba tu blanco cuello firme de hombre, por el que una sugerente cadenita de oro caía hasta adentrarse en la camiseta que tu sensual piel ocultaba.Ya por entonces eras tú casi hombre, y yo casi mujer. Y cuando te dabas la vuelta para escribir en la pizarra era cuando más te disfrutaba, y te deseaba. Era cuando más podía ver entera esa figura enhiesta tuya, tan serena. Y tu curvatura de hombre. La perfecta y ondulada línea que perfilaba tu espalda, de los dioses encarnada. Y recuerdo también cómo se pegaba tu camiseta a tu pecho varonil, y cómo dejaba ver parte de tus perfilados brazos. Cuando tus ojos verdes pararon a fijarse en mis mejillas ruborizadas, fue cuando entendía el erotismo del cuerpo masculino, y que tú lo acaparabas entero en tu belleza.
Y hoy que despierto y te veo a mi lado desnudo. Recuero todo lo que pude disfrutar de esos placeres y cuán afortunada fui de poder ser tuya y tú mío. Sé que nunca me deseaste. Y por eso hoy no despierto sino duermo, duermo y sueño que despertaré a tu lado una mañana, y será cuando podré contarte por qué en clase tanto te miraba.
Y hoy que despierto y te veo a mi lado desnudo. Recuero todo lo que pude disfrutar de esos placeres y cuán afortunada fui de poder ser tuya y tú mío. Sé que nunca me deseaste. Y por eso hoy no despierto sino duermo, duermo y sueño que despertaré a tu lado una mañana, y será cuando podré contarte por qué en clase tanto te miraba.
sábado, 12 de marzo de 2011
Gracias amiga del alma
A tu encuentro me aproximaba. Bajo la clandestinidad de una historia solo entre tú yo yo. Tu regalo me esperaba, y yo no me retrasaba. Al contrario: corría. La respiración en mí no entraba, mi interior de tu ilusión se llenaba, y no cabía ni una sola cosa más en él. Llegué al lugar donde me esperabas. Pregunté por lo tuyo. Allí tu regalo se encontraba: lo recogí. Y sentada bajo el fluir del agua de la más bella fuente de árboles rodeada, abrí el paquete que en la mano llevaba. Contenía un regalo y una carta. Y comprendo por qué casi lloraba. Estaba emocionada. Me levanté del banco en que sentada estaba, tras leer la carta. ¡Y menuda cara de felicidad por las calles llevaba!
Tengo que daros una noticia: recientemente me han regalado un billete para mi futuro como escritora: una pequeña "libreta de escritora". Es así porque es pequeñita, y puedo llevarla siempre conmigo para cuando me invada la inspiración. Es genial, y es el mejor regalo que podían hacerme.
domingo, 9 de enero de 2011
Javier
-Pues es que yo no vivo con mis padres. -Dije, y creo que se notó el tono triste.
-¿Ah, sí? ¿Y cómo es eso? -Su sonrisa inocente tornó en un gesto preocupado. Era la típica pregunta que todo el mundo formulaba.
-Bueno, hemos tenido bastantes problemas. -Pensé que sería una buena forma de empezar.
-Oh, vaya. Pues... Espero que todo vaya bien, de verdad. -Seguía con gesto preocupado, pero esa no era la respuesta típica que esperaba. Me sorprendió mucho que no me preguntara por los problemas en sí. ¿Acaso no quería cotillear? ¿O darse el lujo de darme ánimos conociendo mi historia? No es propio en mí quedarme sin palabras, así que respondí con un simple "gracias".
-De nada, y ya sabes que estaré aquí siempre que necesites ayuda. -Apenas nos acabábamos de conocer, pero esa sonrisa suya tan limpia ya me cautivó. Fue el principio de una agradable amistad, a pesar de ser ella tan joven y yo tan sabio.
Para Javi, mi amigo, aquí tienes tu regalo de reyes, un poco tarde.
-¿Ah, sí? ¿Y cómo es eso? -Su sonrisa inocente tornó en un gesto preocupado. Era la típica pregunta que todo el mundo formulaba.
-Bueno, hemos tenido bastantes problemas. -Pensé que sería una buena forma de empezar.
-Oh, vaya. Pues... Espero que todo vaya bien, de verdad. -Seguía con gesto preocupado, pero esa no era la respuesta típica que esperaba. Me sorprendió mucho que no me preguntara por los problemas en sí. ¿Acaso no quería cotillear? ¿O darse el lujo de darme ánimos conociendo mi historia? No es propio en mí quedarme sin palabras, así que respondí con un simple "gracias".
-De nada, y ya sabes que estaré aquí siempre que necesites ayuda. -Apenas nos acabábamos de conocer, pero esa sonrisa suya tan limpia ya me cautivó. Fue el principio de una agradable amistad, a pesar de ser ella tan joven y yo tan sabio.
Para Javi, mi amigo, aquí tienes tu regalo de reyes, un poco tarde.
Siento haberme ausentado tantos días. A partir de ahora pasaré menos a menudo porque empiezan las clases otra vez. Gracias por ser 38.
domingo, 19 de diciembre de 2010
No, así no
-Conozco ese bien que te adjudicas. De mí, dentro, obtengo una apacible sensación si me pienso contigo y junto a ti. Y sé, lo sé, que bueno eres y que conmigo ninguna otra cosa serías.
-Déjame ser oportuno y tenerte.
-Pero no.
-Sabes que del mal no gozo sino al contrario. Sabes que mi amor es puro como lo es blanca tu alma pura y te veo por dentro.
-Sabes bien. Igualmente sé yo que tú eres ya impuro y que mi bien se perjudicaría por tu causa.
-Mas dame una oportunidad. Haz de este bien tuyo mi bien. Otórgame tu placer y tu destino. Compartámoslos.
-No, no. El que nos une, de los caminos es el menos estrecho. Y poco de lo que nos es común encuentro.
-No, por favor. Imploro solo por un poco de ti, por mi pena lloro cada día al no poder recibir de nadie amor ya que solo estoy, y en quitando esta soledad me hallo. Quiéreme, sé mia y comprobarás cómo ya te amo.
-Me quieres mal. Por vez última te digo no. Te imploro yo que busques alguien que de lo que buscas tenga codicia, que no yo.
-Déjame ser oportuno y tenerte.
-Pero no.
-Sabes que del mal no gozo sino al contrario. Sabes que mi amor es puro como lo es blanca tu alma pura y te veo por dentro.
-Sabes bien. Igualmente sé yo que tú eres ya impuro y que mi bien se perjudicaría por tu causa.
-Mas dame una oportunidad. Haz de este bien tuyo mi bien. Otórgame tu placer y tu destino. Compartámoslos.
-No, no. El que nos une, de los caminos es el menos estrecho. Y poco de lo que nos es común encuentro.
-No, por favor. Imploro solo por un poco de ti, por mi pena lloro cada día al no poder recibir de nadie amor ya que solo estoy, y en quitando esta soledad me hallo. Quiéreme, sé mia y comprobarás cómo ya te amo.
-Me quieres mal. Por vez última te digo no. Te imploro yo que busques alguien que de lo que buscas tenga codicia, que no yo.
lunes, 29 de noviembre de 2010
2ª Parte
-¡Luna! ¿Bajas a ver la tele?
-No mamá, voy a conectarme un rato.
Luna no tardó en cerrar todos los libros y encender el ordenador a toda prisa. Estaba deseando esos minutos de relajación charlando con sus amigos. Y más aún deseaba saber si los nuevos amigos que había hecho la habían agregado ya.
-¡Hola Luna!- primer mensaje. Era Jaime, uno de sus nuevos amigos. Fue él quien le había presentado a todos los demás, por lo que le estaba muy agradecida.
-¡Hola!
-¿Qué tal te parecieron mis amigos?
-Oh, bien, me cayeron muy bien.
-Y... ¿te moló alguno? Porque me parece que alguno sí en especial.
-Pues... Puede que sí.
-Andrés, ¿a que sí? Siempre liga el cabronazo.
-Bueno, él es el que mejor me cayó -Luna escribía entusiasmada- después de ti, claro.
-Vaya, vaya. Y, ¿sabes que tiene novia?
Algo dentro de Luna se vació por completo, algo se rompió en su interior. De repente era como si su habitación se hubiese vuelto oscura.
-Pues... No, no lo sabía.
-Vaya, perdona. Pero tú le caíste muy bien a él también. No paró de hablar de ti desde que nos despedimos.
Un pequeño destello iluminó la sonrisa de Luna de nuevo.
-Oye Jaime, tengo que irme ya. Hasta luego.
-¡Adiós guapa!
Luna cerró todas las ventanas de su ordenador, y se quedó mirando fijamente su fondo de pantalla. Aquella foto que se hizo unos días antes con los nuevos amigos que había conocido. ¡Qué feliz momento! En el que daba la casualidad de que Andrés posaba, sonriente, a su lado.
-No mamá, voy a conectarme un rato.
Luna no tardó en cerrar todos los libros y encender el ordenador a toda prisa. Estaba deseando esos minutos de relajación charlando con sus amigos. Y más aún deseaba saber si los nuevos amigos que había hecho la habían agregado ya.
-¡Hola Luna!- primer mensaje. Era Jaime, uno de sus nuevos amigos. Fue él quien le había presentado a todos los demás, por lo que le estaba muy agradecida.
-¡Hola!
-¿Qué tal te parecieron mis amigos?
-Oh, bien, me cayeron muy bien.
-Y... ¿te moló alguno? Porque me parece que alguno sí en especial.
-Pues... Puede que sí.
-Andrés, ¿a que sí? Siempre liga el cabronazo.
-Bueno, él es el que mejor me cayó -Luna escribía entusiasmada- después de ti, claro.
-Vaya, vaya. Y, ¿sabes que tiene novia?
Algo dentro de Luna se vació por completo, algo se rompió en su interior. De repente era como si su habitación se hubiese vuelto oscura.
-Pues... No, no lo sabía.
-Vaya, perdona. Pero tú le caíste muy bien a él también. No paró de hablar de ti desde que nos despedimos.
Un pequeño destello iluminó la sonrisa de Luna de nuevo.
-Oye Jaime, tengo que irme ya. Hasta luego.
-¡Adiós guapa!
Luna cerró todas las ventanas de su ordenador, y se quedó mirando fijamente su fondo de pantalla. Aquella foto que se hizo unos días antes con los nuevos amigos que había conocido. ¡Qué feliz momento! En el que daba la casualidad de que Andrés posaba, sonriente, a su lado.
sábado, 27 de noviembre de 2010
El comienzo
-Mira, estos son mis amigos. Son de las afueras de la ciudad, pero son buena gente- aquel último susurro la dejó atónita.
-¡Hola! ¿Cómo os llamáis?
-José- dijo uno de ellos, sonriente.
-¿Nosotros? Dinos primero tu nombre, ¿no?
Ella lo miró divertida.
-Yo, soy Luna, encantada- supo poner su sonrisa más arrebatadora.
-Yo soy Andrés- también sonreía.
-Sois del mismo barrio que yo, ¿lo sabíais?
-Ah, ¿sí? No te habíamos visto nunca antes por allí.
Y aquellos tres desconocidos pasaron más de una hora intercambiando impresiones. Había pocas cosas que le gustasen más a Luna que conocer gente nueva, y más si esa gente estaba tan interesada por ella. Sabía controlar bien estas situaciones.
Su tiempo ya había acabado, el local había cerrado. Era de noche.
-¿Nos veremos algún día?- Andrés.
-¿Por qué no?
Ella se despidió amablemente de todos ellos, le habían caído muy bien. Pero uno de ellos de forma especial...
-¡Hola! ¿Cómo os llamáis?
-José- dijo uno de ellos, sonriente.
-¿Nosotros? Dinos primero tu nombre, ¿no?
Ella lo miró divertida.
-Yo, soy Luna, encantada- supo poner su sonrisa más arrebatadora.
-Yo soy Andrés- también sonreía.
-Sois del mismo barrio que yo, ¿lo sabíais?
-Ah, ¿sí? No te habíamos visto nunca antes por allí.
Y aquellos tres desconocidos pasaron más de una hora intercambiando impresiones. Había pocas cosas que le gustasen más a Luna que conocer gente nueva, y más si esa gente estaba tan interesada por ella. Sabía controlar bien estas situaciones.
Su tiempo ya había acabado, el local había cerrado. Era de noche.
-¿Nos veremos algún día?- Andrés.
-¿Por qué no?
Ella se despidió amablemente de todos ellos, le habían caído muy bien. Pero uno de ellos de forma especial...
sábado, 6 de noviembre de 2010
Ella
¿Por qué me miras así? ¿Acaso soy tan merecedor de tu sonrisa como tú me haces sentir? A veces no me explico por qué tuve la suerte de tenerte. Ahora, que paso más tiempo contigo, que sé más cosas de ti, ahora siento que empieza algo nuevo. Pareces otra persona, ¿dónde está la Carmen que conocí? No lo sé y no me importa. El verte tan cambiada me hace recordar los momentos que no pasamos juntos. Ahora eres más madura, más mujer, cuándo dejaste de ser la niña que conocía? Y como mujer aprovechas las maravillosas dotes de las que puedes presumir. Cómo describir mi mirada, ni yo mismo la vi, ni la pensé. Ver tu pelo ahora corto, liso, moreno, cómo caía sobre tu cuello enhiesto. Mientras bajaba mi mirada a tus dulces senos firmes, ¿desde cuándo usas blusas tan ajustadas? Esos senos en lo que jamás podría haberme imaginado reparando. Tus curvas se hacen perfectas en tu postura sensual. Mis ojos continúan, tu cintura baila en tu caminar suavemente. Y vas a mi lado. Ese trasero grande y bien encurvado, tus zapatitos rosas que parecen tan delicados, ¿desde cuándo usas zapatos tan femeninos? Noto que sigue siendo muy pura tu sonrisa, y me doy cuenta de que son sinceros tus abrazos. Y yo, ¿soy el mismo? ¿Soy acaso más hombre como tú más mujer?
No entiendo cómo pude dejarte ir. Aún estoy a tiempo. ¿Aún estoy a tiempo? ¿Me dejarás? Tenerte, hacer mía la belleza que de ti radia y que a mi empieza a volverme loco.
No entiendo cómo pude dejarte ir. Aún estoy a tiempo. ¿Aún estoy a tiempo? ¿Me dejarás? Tenerte, hacer mía la belleza que de ti radia y que a mi empieza a volverme loco.
domingo, 31 de octubre de 2010
Él
Este es nuestro momento. Es el momento de cambiar, del todo o nada. Todos estos años que llevamos juntos, se pueden resumir en lo que ayer aconteció. Pero, ¿y qué fue lo que pasó ayer? No me preguntes, ni yo misma lo sé, ahora no puedo pensar en nada más que en ti, y en lo que hemos creado. En tus palabras, en tus abrazos. ¿Cómo tener claro lo que siento? ¿Acaso tú lo tienes claro? No sé, realmente, hasta qué punto podemos traspasar los obstáculos que nos impedirán estar juntos. Y tú, ¿estás tú dispuesto a dejarlo todo? ¿Apuestas por mí?
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