jueves, 19 de enero de 2012

La otra vida

Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
Fragmento de Ítaca, Konstantínos Kaváfis

Conduje desde la oficina sin parar de pensar. Ella... ¿pensaría Clara tanto en mí? Eran pocas las veces que la sentía muy cerca, casi capaz de aminorar ese frío que sentía y que no sabía si era a causa de este invierno tan desolador. Las palabras del doctor Reyes se reproducían en mis oídos: "Tienes que calmarte, Silvio. Tus preocupaciones no tienen fundamento". No se daba cuenta de que su ínfimo contacto visual y esa sombra que lo acompañaba en su actitud y en sus zapatos viejos no hacían más que ponerme más nervioso. Además, no era momento de calmarse: tenía que ver a Clara, tenía que resolver mis dudas.

-Clara, tienes que dejar de ver a otras personas. 

Por más que ensayase, no sabía qué le iba a decir. Al fin y al cabo ella era lo que más amaba, y no la quería perder, aunque no tenía muy claro si alguien había hecho que la perdiera ya. La secretaria de la oficina había salido detrás de mí para que no abandonase mi puesto. Corrió menos que yo: su corta falda (¿acaso no tendría frío?) y sus tacones altos tenían que resultar tremendamente incómodos. No me alcanzó, y por eso nunca supe si la culpa de todo lo demás fue suya, o de su falda, que me hizo recordar que, en realidad, estábamos en primavera.

Horas después Clara seguía ahí, en el auto... La miré y acaricié las heridas que el amor había cargado (o descargado) sobre mi espalda. Ella ya no sonreía como cuando esa misma mañana la había dejado soñando dulcemente mientras me fui, deseando no serle solo el compañero de sus días, al trabajo.

-¿A dónde vamos? -Me preguntó.
-Lejos.

De repente, apareció la perfecta solución a nuestros problemas: una nueva ciudad, un lugar lejos de las personas que interferían en nuestra relación, solos noso... Pero Clara propuso que ver a Reyes en ese mismo momento sería lo que más nos ayudaría. Paré el coche y vomité la frase que tanto había estado preparando. Le pedí que se centrara en mí. Ella se puso muy furiosa y me aseguró que no había nadie más.
Estaba tan enfadada que temí que algo malo pasara, y que fuera la última vez que discutiéramos.


Así sucedieron los hechos tal como fueron vividos por Silvio.
Para saber como fueron vividos por Clara, clic aquí.
Para saber como fueron vividos por el Dr. Reyes, clic aquí.