sábado, 27 de agosto de 2011

#3: Otro hijo

Mi madre se llamaba Serafina y mi padre era Abel. Se habían conocido en las jornadas literarias de la facultad de ciencias. Él, estudiante de matemáticas; ella, de geología. Caracteres muy diferentes, no os lo negaré, pero en ilusión y alegría similares. No tardaron demasiado en casarse. Su primera hija, yo, vino al mundo siendo ellos aún muy jóvenes. Y el segundo y último vino en ese pacífico momento en que su única hija tenía edad suficiente como para cuidar de sí misma, como para permitir que los progenitores disfruten algo más de la vida, de su compañía y, ¿por qué no? del sexo. Y este último placer fue el que les fue a traer lo contrario a lo que mis trece años significaban para ellos. Lo que les llevó a atarse de nuevo a otra vida. A no ser, como querían, de nuevo libres.

jueves, 25 de agosto de 2011

#2: Otras yo

Mi nombre es Galia, estudio ingeniería industrial y he encontrado la forma en que quiero vivir el resto de mis días, o al menos, hasta que me separen de él. Pero empezaré por el principio. Cuando hube cumplido mis ingenuamente maduros dieciocho años quise encaminarme en los estudios de esta ingeniería con el fin de llegar a ser una importantísima jefa de una de las fábricas de alguna gran multinacional, casada, con tres hijos adorables y un sueldo ancho. Pobre, esa yo, llena de ilusiones, ¡cargada! Más bien inconsciente. Pues lo peor se había estado gestando meses atrás de mi cumpleaños. Y en dicha fecha hubo de desatarse la desgracia. ¡La desgracia!

martes, 23 de agosto de 2011

#1: Otros porvenires

A donde el viento quisiera llevarme. Allí me dirigía, cuando aún podía. Otros tiempos corren, otros que vuelan y que pasan sin dejarnos, siquiera, estrecharles la mano. Y mientras no sepas de dónde vienes no sabrás hacia donde vas, o hacia dónde quieres ir. Y yo, ilusa mi yo, creía que lo sabía hasta que supe que erraba. ¿Duros pensamientos para alguien tan joven? ¿Y qué, si solo cuento con cinco lustros? Ahora sé lo que quiero de mi porvenir. Y sé con quién: con el hombre de mi vida, a quien me ha costado encontrar, pero que, como todo en esta vida, apareció sin que yo me diese cuenta. Os invito a conocer la historia que me indujo a pensar que él es el hombre con quien compartiré mis andanzas a partir de hoy, ¿estáis dispuestos?

jueves, 18 de agosto de 2011

Elegía a la bien hablada

¡Ciego! El corazón,
este que albergo.
¡Sordos! De tu risa
mis ojos ya llorosos.
Ajeno a ese amor
que me debías,
sin darte yo una causa.
Sereno, espero, sea
el descanso sereno
que en vida no tuvieras.

¡Inmerecida! Esta muerte
en plenitud de vida.
Sálvese de Dios
aquel que no creyese
pues mujer más creyente
los ojos del señor no han visto.
Los pecados nuestros
hubo ella de pagar,
de nuevo, sin causa.
¡Bienaventurada esta mujer
tan generosa y de amor llena!

Pero esta muerte
a causas es ajena
y a motivos. Y en
una de estas mañanas,
tan fría, y tan gélida,
se la llevó, la muerte,
tan serena.

sábado, 13 de agosto de 2011

Vocación

Vocación. Desde muy jóvenes edades ya nos obligan a encontrarla, aunque muchos se quedan en perpetua búsqueda. A mi parecer, con quince años no tenemos madurez suficiente para saber a qué queremos dedicarnos, y lo peor es que tampoco se nos enseña todo el amplio repertorio de posibilidades que tenemos para escoger un futuro. Pero no he venido hoy a criticar nuestro sistema educativo. Lo que me trae aquí es la liberación que he vivido de un miedo inaguantable: la vocación, o, más bien, su búsqueda. Os sitúo en mi contexto: Con quince años decidí ser arquitecta, o ingeniera industrial, quizá de caminos. Pero el año pasado cambié mi futuro y decidí que quería estudiar medicina. Ahora que, después de una muy ardua lucha, estoy matriculadaen la facultad de medicina, todo el mundo se empeña en recordarme que esa es una carrera de mucha vocación. Y me preguntan si yo la tengo, o si me mueven más el dinero, el prestigio, etc. Si hago medicina porque he encontrado en ella mi verdadera vocación. ¿Verdadera? Creía que vocación solo había una.
En fin, aún no sé si la he encontrado, si no. No sé si estoy segura de saber lo que es. En todo caso, sé que lo son las matemáticas. Y hasta el último momento dudé entre ellas y la medicina. Hasta el último segundo. Pero he decidido dedicar mi vida a algo que me gusta, a algo en lo que podré ayudar a mucha gente, a algo por lo que siento mucha curiosidad y muchas ganas de aprender. He elegido mi futuro, y aunque tenga otras vocaciones, estoy feliz con lo que me espera por delante.
Si me permitís un consejo a los más jóvenes, no os ofusquéis en buscar y buscar vuestra vocación, por experiencia sé lo angustioso que es. Dejad que ella vaya sola a vosotros, aparecerá.

lunes, 8 de agosto de 2011

Sola Soledad

-Esta noche pienso ser una reina. No me vais a derribar. Seré yo quien acabe con vosotros.
-Lo dudamos. Siempre ganamos.
-¡No! Hoy no... Esta vez vestiré mis mejores galas, me peinaré y maquillaré cual princesa de cuento de hadas, bailaré hasta derretirme y lo pasaré como nunca me permitisteis sin vuestra burla.
-Pero te ha faltado un detalle... -rieron.
-¡Callad!
-Varón no catarás. Ninguno te va a mirar. Asco sentirán. ¿A dónde crees que llegarás si no moldeas ese abultado cuerpo de "mujer"?
-¡Dejadme ya! ¡Por favor!
Como cada noche, Soledad no fue capaz de liberarse de sus complejos. Como cada noche, ganaron el juego. Como cada noche, lloró sola Soledad.