lunes, 28 de febrero de 2011

No quiero irme

Mamá,
Aunque no estés aquí y nunca te haya conocido, quiero que sean para ti mis últimas plegarias. Siempre fui engañado y se me dijo que habías muerto por un accidente de coche que tuviste. Ahora sé que nunca has sabido conducir. Ahora puedo saber cómo te sentiste, aunque lo que no puedo experimentar es que murieras cuando tu hijo solo tenía tres meses y medio de vida. Te preguntarás desde el más allá a qué me estoy refiriendo, aunque probablemente ya lo habrás adivinado: estoy enfermo. Al igual que te paso a ti veintidós años atrás, los médicos no han sabido con certeza diagnosticar mi enfermedad. Sé que voy a morir, pero jamás sabré la razón, menuda paradoja. Papá está muy mal, está destrozado, pero no me ha dicho que me voy a morir. Los médicos tampoco lo han hecho. Siento que me voy a morir, y por eso lo sé, porque cuando uno se va a morir, lo sabe. Ninguna de mis hermanas nació con esta enfermedad, solo yo, el menor, y me llena el corazón de alegría el saber que ella podrán disfrutar de una vida completamente sana. No debes sentirte culpable, solo Dios sabe qué grandes pecados he debido hacer para merecer este martirio. Lo único por lo que no puedo parar de llorar es por Paula. Es mi hija. Aún no ha nacido pero mi mujer la gesta en su vientre desde hace seis meses. Y no la voy a conocer. Y probablemente le haya transmitido este mal que va a acabar conmigo en pocos días. Ya no quiero pedir a Dios que me salve de morir con tantos proyectos por realizar, con tantos sueños por cumplir, con tanta vida por vivir, solo quiero que Paula viva muchos años.
En el fondo sé, que aunque haya tenido que ser en la muerte, me voy a alegrar muchísimo de conocerte.

Hoy es el día mundial de las enfermedades raras.

domingo, 27 de febrero de 2011

No estoy seguro, pero te quiero


-Estás muy serio.
-No lo estoy.
-Lo estás, te conozco demasiado bien.
Joaquín se dejó besar. Después de haber concluido aquel desenfreno pasional entre ambos, estaba muy confundido.
-Mira, no quiero que te lo tomes a mal, solo estoy muy confuso. No quiero pensar. Ni siquiera sé qué acaba de ocurrir.
-"No sé qué acaba de ocurrir" -repitió su acompañante con burla, abrazándole por la espalda y, tapándolo con las sábanas del lecho en que estaban, dijo:- pareces un político, de esos que salen en la tele hablando muy bien. Conmigo puedes dejarte de cordialidades.
-Iba en serio.
Se encontraron sus miradas. Joaquín solo pedía un poco de comprensión. Esos sentimientos, esas sensaciones, e incluso su pareja, eran muy nuevos para él.
-Joaquín, ¿me quieres?
-Ese es el problema. Que acabo de darme cuenta de que te quiero y ya me has hecho perder la virginidad. Lo que acaba de pasar en esta habitación me ha hecho al fin sentirme libre, amar y saberme amado, recorrer placeres que jamás imaginé, y sentir tu piel tan cerca de la mía como quiero que esté siempre.
Daniel dejó de abrazarle para abalanzarse de nuevo sobre él y besarle. Él también le amaba mucho.

sábado, 19 de febrero de 2011

¿Por qué lloras por eso?

"No sonreímos porque estemos felices, estamos felices porque sonreímos. Del mismo modo, no lloramos porque estemos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos". Algo así leí hace un par de años, y desde entonces no me lo he arrancado de mis pensamientos.
Siempre me pregunté por qué la gente lloraba. Cuando era más pequeña, que aún lo soy, pensaba que el llanto debía ser reservado solo para las ocasiones que lo merecieran, y juzgaba de inútiles todos los llantos por "tonterías" que le pasaban a la gente. Siempre que he visto a alguien llorar, he intentado averiguar el porqué. Y así he valorado si el hecho era un hecho importante o un hecho tonto. Y cuando lo descubría por mí misma y luego lo corroboraba sentía una satisfacción solo comparable a cuando resuelves una ecuación matemática de la cual no te dan los suficientes datos para resolverla de manera común y corriente. La mayoría de las veces se trataba de un hecho tonto, como puede ser el haber perdido el paraguas, el que tu novio no te haya llamado, el que hayas suspendido un examen... Hechos tontos, pensaba, y no justificaba para nada esos llantos. Los consideraba inútiles y absurdos. Yo creía que había que llorar por la muerte de un ser querido, o porque no se encontraba sentido a la vida, eso eran hechos importantes. Y supongo que lo pensaba  por dos razones: la primera, porque he desperdiciado muchas lágrimas injustas por hechos tontos y decidí acabar con ello; y la segunda, porque he llorado muchas otras por hechos realmente importantes. Pero ahora sé que mucha gente llora porque está agobiada, o por necesidad de desahogo, o porque una persona a su lado está llorando también, o porque llora y eso le hace llorar aún más. Y eso transforma a muchos hechos tontos, no en hechos importantes, sino en "otras causas" de llanto. Porque, y esto antes no lo concebía, también hay muchos tipos de llanto, y no aconsejo que queráis comprobarlo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Venganza divina

Cuando era niño me gustaban mucho las piruletas. Eran, y son, tan sabrosas, tan dulces. Un día, mientras estaba disfrutando de una piruleta grande y redonda, y muy roja, pasaba por allí Mariana. Mariana era el amor de mi vida. Me quedé ensimismado mirándola fijo esperando una sonrisa por su parte, un saludo, una mirada, ¡algo! Pero ese algo no llegaba y yo me ponía cada vez más triste. Cuando ya iba a apartar mi mirada de ella, entonces me miró, la miré, nos miramos, me sonrió, y una risa divertida, una gran carjacada, salió de sus labios: se me había caído la baba mientras la miraba. ¡Qué vergüenza! Eché a andar hacia ella, para dar una explicación. Ella, muy quieta, me esperaba aguantándose la risa. Cuando llegué tropecé con una piedra y caí de bruces sobre su seno, y mi piruleta conmigo. Cuando me pude despegar de ella mi piruleta se había quedado pegada en su vestido azul, lo que le dejó mancha para toda la vida. Eso le pasa por reírse de mí.


Escrito en julio de 2010