domingo, 9 de octubre de 2011

#12: El final no es otro

Año y medio después las palabras de Víctor aún se repetían en mi cabeza, sobre todo cuando intentaba poner orden a los hechos. Él era médico residente, por lo que se enteraba de primera mano de todo lo que le podía pasar y pasaba al cuerpo enfermo de mi padre. Las noticias, para variar, no fueron nada buenas:
-Vuestro padre está en situación crítica. Van a tener que trasladarlo a un hospital más especializado o su vida correrá mucho peligro.
No lloré. No pude sentir demasiadas emociones propias cuando vi que Jaime dejaba caer la cuchara sobre el plato.
-Entonces, nos tenemos que mudar otra vez -estaba pálido, y hablaba con dificultad. -Lo importante es que papá se cure...
Sólo recuerdo que los tres nos abrazamos, y que, consecuentemente, mi joven hermano y yo nos mudamos a una ciudad más grande e importante, donde había un hospital más grande e importante en el que los médicos serían capaces de encontrar un tratamiento eficaz para mi progenitor. La mudanza acabó con mi año académico, ya que coincidió con la época de exámenes finales y no pude presentarme a ninguno ni estudiar en verano para recuperarlos. Víctor me ayudó en lo que pudo desde la distancia, y yo me encargué de buscar una casa provisional e ingresar a Jaime en un colegio cercano. Al regresar septiembre no pude repetir curso porque no había tenido tiempo suficiente para rellenar la matrícula por mucho que Víctor había insistido en que eso era una de mis más importantes prioridades.
Año y medio después las palabras de Víctor eran lo único que me consolaba, aunque su voz tuviera que llegar desde el auricular del teléfono. Las desgracias habían vuelto a pisar en nuestro terreno y mi padre, casi sin luchar, falleció. Falleció un hombre que siempre había sido perseguido por la mala gracia, por la desdicha amorosa y vital, un hombre duro, pero no fuerte.
Año y medio después de aquellas palabras de Víctor, Jaime y yo asistimos al entierro de nuestro padre. Jaime... fue el que peor lo llevó. Yo, que hasta entonces solo me había dedicado a buscar en el placer el desahogo de nuestro ennegrecido sino, no había tenido tiempo de prestarle atención a su crecimiento. ¡Ya tenía once años! Ya era hora de que alguien cuidara de él como se merecía, de que alguien se ocupara de él. Ya era hora de darle una vida bien encaminada.

En unos días: epílogo

7 comentarios:

Javier Muñiz dijo...

Hola Talento..regresar a tus letras, es un lujo, un placer,acunarse en tus brazos es un gustazo...gracias amiga, pasa buen día, besos trovadores...

Lucas Fulgi dijo...

¡Qué final brusco! No me lo esperaba. Bueno, pero vendrá el epílogo para darnos un respiro.

No estoy del todo seguro, ahora, cual es "el hombre de (su) vida". Me inclino por Víctor, pero también podría ser Jaime, ya que quedó sola y con toda la responsabilidad de cuidar de él.

Saludos!

The Little dijo...

Tarde pero se da cuenta. Algo es algo. Yo creo que Galia no es la que peor lo ha pasado, sino Jaime. Ella es demasiado insensible.
Esperaré el epílogo con ganas. Ha sido una historia muy bonita (:

Juan Ojeda dijo...

La verdad es que este final me ha tomado por sorpresa, de todas maneras me ha dejado muy conforme. Incluso me ha resultado interesante la idea de que el hombre de su vida sea ninguno quizás; entonces el título haga referencia a una fijación de la protagonista en el amor, desde una óptica bastante egoísta; en eso está muy bueno el personaje de Jaime, su situación echa luces sobre la ausencia de Galia,

Un fuerte abrazo, me quedo esperando el epílogo.

Ailen Abdala dijo...

Qué triste, pobre Galia y pobre Jaime, tienen muy mala suerte!
Pero creo que el ocuparse de su hermanito le devolverá las sonrisas a los labios...

Luis Nieto del Valle dijo...

He leído las últimas entradas. Creo que se te da bien construir una historia, escribirla y mantener la atención del lector. No obstante, lo mejor es centrarse en progresar, no fiarse demasiado de los elogios aunque vengan con cariño y la mejor intención, leer a los mejores, no parar de escribir... Ser constante y humilde.
¡Vaya chapa que te he dado, ¿no?!
Un cariñoso abrazo desde 'Poemas del volcán'

Las Mejores Cosas Al Amanecer dijo...

Pobre Jaime, es muy pequeño para que se le muera el padre...
Esperando con impaciencia el final de la historia, espero que no sea muy dramatico...

Joana