¡Ay, ay! Si tú supieras ver
mi belleza de mujer,
como veo yo en tu dentro
mi deseo maldito
que no se quiere conceder.
No te vayas,
vuelve.
No te vayas, ven.
Ven juventud mía,
acércate.
Hazme sentir viva,
y no muerta, como encuéntrome.
Duele.
Duele el destello de tu piel
al saberlo imposible
de en mis manos caer.
Ay fruto de la juventud,
¿por qué te olvidé recoger?
Tan solo recojo
de mi alma la pena
de no poderte tener.
¿Acaso has amado, tú,
alguna vez?
Sino a los dulces juegos
de infancia,
como niño que eres
y aún ni ves
mi belleza de mujer.
Ay desgraciada y triste,
por no poderte tener.
Por ser yo tan fija en amarte
y desear tu querer,
siendo tú tan niño
y siendo yo tan mujer.
Siendo tú tan dulce
y siendo arrugada mi tez.
Ay, ay de los placeres
que nunca pude tener.